lunes, 21 de septiembre de 2009

Como un niño con un juguete


Un árbol. ¿Qué tiene un árbol de especial? Está ahí, haciendo nada. No, mal. Hace mucho, pero de manera sutil. Un árbol nos está observando continuamente. Sigue nuestros pasos a o del trabajo, mira como juegan los niños en el césped, observa sinvergüenza como una parejita se están besando, etc. Pero hace más. El árbol nos equipa de aire fresca, adorna la ciudad gris de los colores verde, rojo y amarillo, y los más importante: actúa como un aseo natural cuando ya no se puede aguantar.

Esas características y aptitudes son regularmente olvidados. Sin que mucha gente se de cuenta, caminan por los árboles que les cuida y les nutra. Solo nos damos cuanta del valor de tal pieza de la naturaleza cuando desaparecen y ceden su sitio para más concreto. Ese es el momento en que se realiza la importancia de la presencia de un árbol, sobretodo en la ciudad. Que a mucha gente le falta esa realidad, se nota en las vistas que me disparan al hacer las fotos de mi modela.

¿Porque escogí ese árbol? Pues en primer lugar estaba buscando un candidato con ramas grandes y bajas para ascender. Mi idea era de subir a un árbol y capturar la imagen de su punto de vista. Osea, ver por los ojos del árbol. Ver lo que ve el árbol. Y luego, extrañamente, buscaba un árbol que se parecía un poco a mi. Éste el que finalmente elegí, tiene las ramas largas y extendidas como mi pelo antes, cuando lo tenía muy largo. Al estar en los brazos del árbol, me sentía de nuevo como un niño con un juguetín en la mano. Desde ahí logré hacer unas tales fotos que no pudiera haber hecho desde el suelo. Si uno mira bien, descubre que las ramas ocultan unas bellezas visuales que solo se ven con un ojo fotográfico. No digo que yo lo tenga. Solo pretendo tener uno :-)

Otras dos cosas me llamaron la atención durante la sesión de foto. Uno, que uno olvida de los conceptos tiempo y espacio. Hacer fotos es, una vez estando en el "flow", como entrar en un trance. El fotógrafo se deja verdaderamente llevar por su camera. Al menos, eso es lo yo que sentí. Dos, un árbol no tiene vergüenza, no se siente ofendido y no tiene privacidad. Solo tiene publicidad. Es casi, casi como una estrella de la carpeta roja. Ama ser fotografiado. Y eso hace el acto de fotografiar más facil que por ejemplo con gente. En mi caso, amo hacer fotos de gente. Pero la onda es que soy demasiado timido para hacerlo. Siempre pienso que ofendo a la gente al intentar de capturar sus imagenes. Ese sentido no lo tuve con el árbol. Me deje libre.




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