Sábado. Once de la mañana. Como esperado (y como siempre en mis fin de semanas), no logré levantarme temprano. El día de las una y mil fotos comienza más tarde de lo planeado. Mi plan era de levantarme al amanecer del día (en mi mundo eso a las 09.00) para captar los diferentes tonalidades del día. No pasa nada. Afortunadamente, mi camera no está esperando para ser usado. Me levanto y lo primero que hago es pasearme lentamente hacia la cocina para la comida más importante del día. Después de un cuarto de hora me realizo que estoy olvidando de sacar fotos. Corro a mi cuarto y meto la pequeña caja de mariposas en mis manos.
"¿De qué sacar fotos?", pensé. ¿Del muro?, ¿de mi plato con el desayuno?, ¿de mi guitarra?, ¿de mis pies? La verdad, no fue fácil de usarla al principio. Duró algo hasta que me realizé que no tenía que pensar en los sujetos, sino que solo tenía que mantener el aparato conmigo. Es un poco extraño estar cargando todo el tiempo una pieza de tecnología avanzada. Siento como si fuera un paparrazzo, con la perpétua necesidad de fotografiar a todos que parezcan interesantes para esas revistas de mierda. Pero no, no llega a eso.
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